Todo su cuerpo era una sucesión de acontecimientos hermosos y también dolorosos, es verdad, la vida no es un camino de rosas. Su cuerpo se había formado según lo que había vivido, según lo que había afrontado, según lo que había temido. Se había adaptado a esa manera peculiar de vivir y sentir la vida: sumida en los complejos, el pesimismo y el miedo. Y eso en su cuerpo hacía mella: por sus venas corría la soledad y la falta de cariño.
Ella se daba cuenta de su propia autodestrucción, pero no podía evitarlo, esos pensamientos eran irracionales e incontrolables.
La única solución era su medicina para regenerar ese cuerpo prohibido: inyectarse una dosis de adrenalina, alegría y pasión.
Ella se daba cuenta de su propia autodestrucción, pero no podía evitarlo, esos pensamientos eran irracionales e incontrolables.
La única solución era su medicina para regenerar ese cuerpo prohibido: inyectarse una dosis de adrenalina, alegría y pasión.
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