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lunes, 25 de julio de 2011

Cuaderno de bitácora

Cuatro amigas y un mismo destino. ¿Objetivo? Desconectar. Cuando las cosas iban bastante bien a su alrededor tomaron las riendas hacia un lugar alejado, cerca del mar, y dejar que la brisa y el agua las renovara completamente.

Tras un largo viaje, bajaron a su ansiado mar y disfrutaron de aquella tarde y de su atardecer.

Para ellas pasar esos días juntas era una aventura en la que había que superar obstáculos y que los sortearon sin ninguna dificultad, más bien, gracias a esto fueron más fuertes y se conocieron mucho más.

Noche blanca. Las estrellas observándonos, las hogueras, los pescadores y sus cañas de pescar asistieron a su juramento, el más emotivo de todos, en el que demostraron a ellas mismas, a las estrellas y al mundo que su amistad es fuerte y duradera. Justamente ese día, según dicen, si mojas alguna parte de tu cuerpo en el mar, te dará suerte para todo el año; entonces, ¿la suerte está de nuestra parte, verdad?

Los desayunos, ponermos a tomar el sol hasta coger ese color que tanto nos gusta, las comidas, las sobremesas, las cenas, nuestras salidas a la terracita que tenía aromas de melocotón y coco, las camas, ver las estrellas, ir por la noche y sentir la arena fría sobre nuestros pies descalzos; todo lo compartíamos, eramos una familia.

La vuelta se nos hizo triste, dejar atrás tantos recuerdos y tanta libertad.

Pero prometemos volver cuanto antes y visitar ese magnífico lugar. Ya estamos planeando nuestras siguientes vacaciones de nuevo juntas con mucha más gente y que también será para recordar.

A decir verdad, este fue el viaje que cambió nuestras vidas.

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