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lunes, 27 de agosto de 2012

¡Pierde la cabeza!

"El amor es pasión, obsesión, no poder vivir sin alguien. ¡Pierde la cabeza! Encuentra a alguien a quien amar como loca y que te ame de igual manera. ¿Cómo encontrarlo? Pues… olvida el intelecto y escucha al corazón. Porque lo cierto es que vivir sin eso no tiene sentido alguno. Llegar a viejo sin haberse enamorado de verdad… en fin, es como no haber vivido. Tienes que intentarlo, porque si no lo intentas, no habrás vivido".

¿Conoces a Joe Black?



domingo, 26 de agosto de 2012

¿Y cuánto de bueno hay en lo malo?

Hay tanto de bueno en el peor y tanto de malo en el mejor que es absurdo condenar a nadie.

PROVERBIO HINDÚ

Kilómetro cero

Tarde soporífera en Madrid. Siete y cuarto de la tarde. Ella estaba allí esperando en la cúpula de Sol. Como siempre ella llegaba antes de la hora prevista, no le gustaba hacer esperar a los demás. Inquieta, miraba a los lados por si él había llegado antes de lo previsto: estaba abarrotado de gente. Gente de todos los tipos: activistas reivindicando por sus derechos, el típico grupo de chicas haciéndose fotos, gente saliendo de la cúpula construida no hace mucho, parejas que se reencuentran…

Frente a ella estaba el autocar de donación de sangre: aún tiene escalofríos recordando la primera vez que donó sangre a pesar de su miedo a las agujas y su mareo al ver la sangre. Detrás de éste, estaba el famoso edificio con el famoso cartel del “Tío Pepe” que no sabía muy bien por qué razón lo habían quitado, ¡es todo un símbolo aquí en Madrid! Sin él, Madrid perdía toda su esencia e imagen.

Las gafas de sol la protegían de los rayos de sol y a la vez de la mirada de cualquier desconocido en aquel centro neurálgico.

Miraba el reloj casi a cada minuto y parecía que la manecilla del reloj no corría. Siete y media. Hora fijada por los dos. Llegó puntual a su cita y se saludaron con dos besos en la mejilla. Ella, sin ningún motivo no se quitó las gafas (por vergüenza más bien) no hacía nada más que mirar al suelo. Cuando se decidieron a ver qué hacían ella respondía con su típica indecisión e indeterminación: “Me da igual”. Ella se daba cuenta de su sosería, tendría que cambiarlo con el tiempo. Querían moverse y eso hicieron. Se dirigían hacia Ópera. En ese tramo empezaron a hablar de lo típico y alguna risa que otra soltaron. Se sentaron en uno de esos bancos en aquella placita y no podían parar de hablar. Ella era muy parlanchina y quería saber más y que él se enterase de todo. Pusieron rumbo hacia Callao y la impresionante calle Gran Vía con tantos años de historia. Le hubiera gustado estar en su inauguración a finales de los años 20 y por qué no, haber visto al distinguido Alfonso XIII dando el visto bueno. Ahora todo era modernidad y movimiento. A decir verdad, era su calle favorita y disfrutaba como una niña pequeña señalando cada rincón demostrándole que conocía a la perfección aquella calle.

Enamorada de su calle con sus tiendas y su ambiente bajaron de nuevo hacia Sol por la calle Montera más conocida por “la calle de las putas” (perdón por la expresión) donde se podía ver a cualquier hora a mujeres ofreciendo sus servicios para ganarse el pan de cada día y poder mantener a su familia.

Inconscientemente, se aferró a su mano por miedo. Él la miro y sonrió. La llevó a un chill out ahora tan de moda por una de las callejuelas de Madrid. Los atendieron enseguida, y les guiaron al segundo piso, más íntimo. Allí en un ambiente más oscuro había muchas parejas como ellos, temerosos ante la mirada de cualquiera. Se sentaron en esos sillones de cuero tan cómodos y se dispusieron a elegir. Al camarero le pidieron una cachimba sabor sandía. Habían probado muchos sabores ya, pero ese era uno de los que todavía no habían probado. Aquí ya no hablaron tanto y dejaron paso a lo demás. Humo, besos y caricias fue lo que siguió en la hora siguiente. Al terminar, dejaron una pequeña propina. Ya había anochecido y él puso el brazo por encima de sus hombros y ahí tuvieron que decidir: podían tomar un helado o cualquier exquisitez en ‘La Mallorquina’ famosa por sus napolitanas y que ella recordaba con tanto cariño cuando en Navidad se iba con su padre toda una mañana a la Casa del Libro a buscar “libros para papá” (en realidad eran libros que su padre necesitaba para el trabajo) y que luego tenían la recompensa de comerse una napolitana de chocolate tras patearse todo el centro.

Era verano y un helado reconfortaría de manera excelente ese calor que todavía hacía. Ella pidió su favorito: avellana. Y él, chocolate puro, sin nada más. Se sentaron fuera a disfrutar de la pequeña brisa que corría y a saborear su cremoso helado.

Llegó el momento de la despedida. La tarde se había pasado volando y no querían despedirse. El beso fue largo, mágico, con sabor a impaciencia, sabor a timidez, sabor a interés, sabor a sandía, sabor a avellana, y por supuesto, sabor a chocolate. A sus pies, estaba la famosa placa donde comenzaba todo, desde donde se empezaba a contar, desde donde las carreteras se guiaban para ir a cualquier lugar de España: KILÓMETRO 0. Metafórico, ¿verdad? ¿Sería para ellos también el comienzo de algo? ¿El kilómetro cero de su futura carretera?


jueves, 2 de agosto de 2012

La simpleza más simple

Que me hierve la sangre con estos temas. Un fuego recorre y sube por mi garganta esperando a salir por la boca pero que muchas veces se contiene. De hoy no pasa.

Hago un llamamiento a los hombres simples.
Hago un llamamiento a los hombres que dicen que las mujeres somos complicadas.
Hago un llamamiento a sus cambios de humor.
Hago un llamamiento a su bipolaridad.
Hago un llamamiento a sus decisiones espontáneas y sin sentido.
Hago un llamamiento a su poca capacidad de entendimiento.
Hago un llamamiento a su poco tacto.
Hago un llamamiento a sus "hoy te quiero, mañana no".
Hago un llamamiento a su simpleza no tan simple que yo nunca entenderé.
Hago un llamamiento a sus "hoy te escribo, mañana no me acuerdo de ti".
Hago un llamamiento a sus punto y final que ellos ponen sin consultar con nadie.
Hago un llamamiento a la importancia que le dan solamente al físico de una mujer.
Hago un llamamiento a sus sentimientos. Ah! no, que no tienen.
Hago un llamamiento a su corazón si es que todavía lo conservan.
Hago un llamamiento a su forma de embelesarnos y hacernos sentir como una reina.
Hago un llamamiento a su forma de rompernos el corazón.
Hago un llamamiento a su forma de no sentirse culpables.
Hago un llamamiento a su desinterés repentino.
Hago un llamamiento a su inmadurez.
Hago un llamamiento a su forma de salir airosos de cualquier situación amorosa.
Hago un llamamiento a su interés de un día por una y otro día por otra.
Hago un llamamiento a su patética forma de demostrar a sus amigos que pueden llevarse a cualquier mujer (como si estuviésemos en la selva).
Hago un llamamiento a su torpeza.
Hago un llamamiento a su forma de tratarnos como objetos.




Ahí dejo caer algunas lindezas de todo hombre y que a muchos os identifican aunque digáis que no. Tengo la esperanza de que hay una pequeña e ínfima parte de los hombres que no son así y espero que no se escondan y muestren que de verdad saben tratar a una mujer.

No digo que todos seáis iguales, ni mucho menos; pero la gran mayoría lo demuestra. Mi perdón más sincero a aquellos que no tienen culpa de nada.