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domingo, 13 de enero de 2013

Fuerte como un roble

Había una vez, una familia que se compró una casa fuera de la ciudad. Escuchar sólo el sonido de los grillos por la noche, ver con claridad las estrellas y con suerte, ver una estrella fugaz que surca el cielo oscuro. 

Tenía un jardín pequeño pero suficiente para ellos porque nunca habían tenido uno. Y el hecho de ver crecer todo su esfuerzo y sus frutos era lo único que ansiaban. Decidieron plantar cinco árboles diferentes, uno por cada miembro de la familia. Allí estaban, los cinco, admirando cada uno su precioso y pequeño árbol. Las hijas tenían la misma inquietud: ¿Cuándo verían su árbol en condiciones normales: frondoso, vivo, verde?

La respuesta no llegó demasiado tarde. Al cabo de cinco años aproximadamente, la familia veía poco a poco como cada árbol empezaba a coger fuerza, enraizando y ocupando su lugar en ese pequeño terreno que tanto había trabajado aquella familia.

Uno de los árboles, el roble, que estaba en lo alto del jardín, al final, en un pequeño parterre rodeado de rosales crecía a lo largo pero su tronco no engordaba, las hojas lobuladas que tanto gustaban a su dueña no crecían. Algo le pasaba. ¿Sería el riego? ¿La tierra no era la adecuada para su crecimiento? ¿Le faltarían vitaminas?

Todas estas preguntas se las hizo la madre e intentó por todos los medios encontrar una respuesta. En verdad, era al que más mimaba porque no lo veía bien. Su dueña, la hija mayor, al principio no le dio importancia porque no le gustaba las labores del jardín. "Ya crecerá", decía siempre.

Un día, mirando a través de una de las habitaciones del segundo piso desde donde se podía ver el maravilloso jardín, la hija mayor se dio cuenta de lo que pasaba. Todo encajaba como dos perfectas piezas de puzzle. ¿Y si los árboles fuesen el reflejo exacto del estado anímico de sus dueños? ¿Quería eso decir que algo en ella iba mal? ¿Que por más que le dieran vitaminas, le cambiasen el riego o le dieran mimos iba a recuperarse? ¿Estaría el roble hablándola? 

Bajó corriendo las escaleras, de dos en dos, y salió al jardín. Subió la pequeña cuesta y se acercó hasta su árbol, su roble. Entró al parterre con sumo cuidado de no pisar ningún rosal que a su madre tanto gustaban.

Se acercó al él y acarició su tronco rugoso. Puso la cara muy cerca como para oírle por si el árbol le hablaba. Corrió una brisa por todo su cuerpo y sintió un escalofrío. Subió a su habitación y se tumbó en la cama. Era casi imposible, ¿cómo iba a reflejar su árbol su estado de ánimo? Los cuatro árboles restantes estaban bien o intentaban estarlo y miró a sus dueños y ellos vivían, intentaban estar bien a pesar de las dificultades de cada uno. Pero ella no. Ella no lo estaba intentando, porque no disfrutaba con lo que hacía. No veía ilusión, no vivía, y el árbol se lo estaba haciendo ver. Tenía que hacer algo. ¿Por dónde empezar? Hay tanto que plantearse, tanto que resolver que estaba hecha un lío. "Empezaremos por el principio", dijo una voz en su interior. Tras un silencio, esa voz volvió a intervenir: "Ya sabes el dicho: Eres tan fuerte como un roble. Sólo que aún no lo sabes porque no confías en ti y en tu potencial. Pero lo sabrás, porque tú puedes. ¿Por qué te crees que, justo tú, tienes un roble?".




jueves, 3 de enero de 2013

Complementarios y suplementarios

Complementario: Que sirve para completar o perfeccionar algo.
Suplementario: Que sirve para suplir algo.

Hace no mucho descubrí que la gente confundía estos términos y me da mucha pena. Para los que antes decíamos que las cosas hay que complementarlas, dejarlas al mismo nivel porque necesitan el mismo mimo, el mismo tiempo; ahora, ponemos por encima cosas que deberían estar a la misma altura.

Yo no sé por qué será. Antes estaba toda tan claro y no había problemas; pero, ¿y ese cambio? Nunca llegué a pensar que el egoísmo, el egocentrismo y la conveniencia llegaran a unos límites tan insospechados.

Sus razones tendrán y quiero llegar a comprenderlas, algún día...

Que todas las cosas son importantes, que no hay unas mejores que otras, pero son importantes porque se pueden compatibilizar, es decir, porque se complementan unas con otras. Si no tienes una, ya te falta algo, como el respirar. Todo en esta vida está hecho para que esté en equilibrio. Desgraciadamente, para algunas personas la balanza pesa más de un lado. Veremos cuánto aguanta ese desequilibrio...

Espero que dentro de no mucho podamos distinguir entre lo urgente y lo realmente importante en la vida.


martes, 1 de enero de 2013

Querido 2013

Los días 31 de diciembre y 1 de enero son días de reflexión. El día 31 vienen recuerdos asomando por tu cabeza. Recuerdas todo lo que has hecho en el año: todo lo bueno, todo lo malo, todo lo que hay que mejorar para no caer dos veces en la misma piedra, etc.

Llegan las 9 de la noche y ya se empieza a notar el ambiente de nerviosismo en todas las casas. Cena de ponerse las botas y reventar y llegarte a plantear si te va a caber el modelito de esa noche. 12 menos cuarto de la noche y las mesas están llenas cuencos de uvas (peladas, sin pelar, con pipos y sin pipos). Cinco minutos antes empiezas a mirar a toda tu familia, disfrutando un año más de ellos.

Doce campanadas, doce uvas. ¡Feliz año! Copas de sidra brindando por encima de las mesas y muchas caras sonrientes.

Sentirse el más guapo o la más guapa de la fiesta cuando estás frente al espejo con tu vestido o traje nuevo. La noche es corta, hay que aprovechar. Ahora la amistad es lo más importante y no hay cosa que más reconforte que pasar un pequeño rato del nuevo año con tus mejores amigos.

Acaba la noche y piensas en lo rápido que ha pasado la noche. Vas en el metro o en el autobús con el típico mareo tras unas cuantas copas de más, con un dolor de pies horrible y las ganas con las que vas a coger la cama. Pero dentro de ti, inconscientemente, estás pensando en todo lo bueno que falta por llegar en este año con los tuyos.

Llegar al amanecer y despertarse al atardecer. Resaca, y no hay mejor plan que película, sofá y mantita para pasar este día 1. Al final del día, coges tu diario y pasas hojas hacia atrás buscando el título de: Propósitos 2012. Haces un tic en cada propósito conseguido y te sientes realizado.

Nueva hoja en blanco con el título de "Propósitos 2013". Aquí empieza una nueva historia, un nuevo libro de tu vida. Con ilusión vas rellenando la hoja. Acabas y no la verás hasta que acabe el año, como siempre.

Querido 2013, espero que traigas muchas alegrías para este año y que sea mejor que el 2012 si es que se puede mejorar porque no me puedo quejar de nada de este año. Que todos nuestros deseos se cumplan y que afrontemos los momentos duros con fuerza y vivamos intensamente los buenos momentos, pero siempre, acompañado de los nuestros.