Es la típica canción que tienes en el reproductor y que no paras de escuchar, esa que esperas que salga en modo aleatorio o simplemente la buscas para escucharla miles de veces seguidas.
La canción es un poco triste, sí, pero ya sabéis que yo soy dramática, a veces, sólo a veces. Ya no tanto, que quede claro. Antes no podía dejar de escucharla: ese ritmo, esa letra que definía tanto mi estado emocional en esos momentos... Me prometí a mí misma que cuando dejase de ser ese alma en pena, viandante de la ciudad de Madrid, no volvería a escucharla.
Ahora, que veo todo desde un punto de vista diferente, observando desde la distancia cada movimiento. Cautelosa con mis pasos, pero siempre paso a paso. Sin prisa pero sin pausa, como diría mi padre.
Pues bien, el otro día iba en el tren escuchando música, tenía el modo aleatorio (como siempre), y de repente vi reflejado en la pantalla: Beyoncé - Dissapear. ¡Oh Dios mío, la canción! Intenté mantener la calma y en un fragmento de segundo tomé la decisión: en vez de pasar de canción, subí el volumen de ésta. Totalmente al contrario de lo que prometí, sí. Pero yo misma me sorprendo de esa capacidad que tiene el cerebro de adaptarse a las circunstancias.
Esa canción, me recordaba a momentos del pasado, a emociones del pasado, a pensamientos del pasado. Yo me reía por dentro, ahora la canción se tornaba de otro color, de otro significado para mí. "Desapareció ese antiguo yo" ese fue mi primer pensamiento nada más subir el volumen, y sigue siéndolo ahora. Porque claro que tenemos canciones para cada momento de nuestra vida (o al menos yo), y que nos traerán buenos y malos recuerdos, pero tranquilos, escuchadlas de nuevo, porque se pueden dar mil interpretaciones diferentes según lo que sientas y pienses en ese momento para así daros cuenta, de lo que pueden cambiar las cosas de un tiempo a otro y si notáis que con el paso del tiempo, todo ha ido a mejor pues, ¿para qué queremos más?