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martes, 1 de enero de 2019

El mundo es de los valientes

Creo que no ha habido año que tuviera más ganas de que acabara el año. Me he pasado estos últimos días pensando qué había podido fallar...

Empecé el año con energía y con muchos propósitos porque cumplí los ansiados y/o temidos 25. Todo el mundo me decía que los 25 eran los mejores de todos, sin duda. Una mierda. Para mí han sido los peores y más difíciles (ya sabéis que yo soy una rarita y voy siempre a contracorriente). A nivel personal y profesional fue un caos: hubo muchas crisis, ganas de abandonar y mandar todo a la mierda, literal. Por eso abracé los 26 hace dos semanas como un niño abraza a su peluche favorito.

Preguntarse todos los domingos por el origen del universo y el lugar que ocupaba (y ocupo) en el mundo y no obtener respuesta. Me considero la drama queen de los domingos y los lunes luchaba por sobrevivir en la oficina. No había motivos ni motivación alguna para seguir (o al menos mi dramatismo así lo veía).

Todo empeoraba y el estrés, derivó en ansiedad y la ansiedad derivó en una somatización física que me sentía una mujer mayor físicamente. Ansiedad por comer, por ser (aún más) maniática, por ser derrotista, desganada, conformista y sin ningún plan a corto/medio plazo (como siempre). Si me preguntasen ahora como me veo en unos años, no veo nada, todo negro. Y así como respuesta a todos los campos de mi vida. Siento que todo el mundo avanza y que yo sigo estancada sin saber muy bien qué hacer y cómo continuar.

Me he sentido sola y eso que yo siempre presumo de tener mucha gente a mi lado, pero me he dado cuenta de que vivimos en una sociedad muy egoísta e individualista y eso me da vueltas y me estalla la cabeza. A la hora de la verdad, todo el mundo mira por su culo y ahí te quedas. 

Todos estos hechos me han hecho madurar mucho y salir de la burbuja de utopía en la que vivía y aceptar la realidad de que la vida es muy dura: que no siempre el esfuerzo funciona, que todo se rige por el coleguismo y la cadena de favores, por la mentira (que me repatea) y que la suerte quizás sólo exista para aquellos que tienen una flor en el culo y no viene aunque la busques ni por gracia divina va a aparecer así porque sí. Así va el mundo, así tenemos el mundo que merecemos, patas arriba lleno de injusticia.

Y esto sólo es una décima parte de lo que pienso pero no es cuestión de hundirme en la miseria y autocastigarme más porque estoy harta de la "realidad" que mostramos y de lo felices que somos por redes sociales y es algo que me repatea (me incluyo en esta falsa felicidad), pero es imposible estar siempre feliz y ser perfecto aunque intenten demostrarnos lo contrario con una instantánea porque ésta habrá sido repetida n veces para que sea la perfecta. Y no, que no nos vendan lo contrario. Hay días que son malos y tristes y no pasa nada por admitirlo, no es un crimen, somos humanos, sentimos. El Mr. Wonderfulismo del que yo soy aférrima, me empieza a fallar.

Admito y me reitero que ha sido un año duro, en el que todo el trabajo de introspección hecho estos años se ha perdido un poquito y me ha dado de lleno en la autoestima. Touché.

Como todo, ha habido muy buenos momentos con risas porque no entiendo la vida sin risas, pero este año se han ensombrecido un poco. Me quedo con dos momentos mágicos y claves de este año: mi viaje de voluntariado a Ghana que me dio la vida y que por primera vez en mi vida me hizo olvidarme de todo lo que tengo en Madrid. Es curioso que esas semanas donde no tenía nada y había que improvisar y tener un plan B siempre, fui feliz. Y mi viaje a Colombia, que me hizo sentirme viva, a saber desconectar, a soñar (más), a creer en los imposibles y a ver un rayito de luz a pesar de la oscuridad

Estoy medio tumbada en la cama dispuesta a coger mi diario y escribir mis propósitos de este año. Siempre lo he tenido muy claro, pero esta vez estoy un poco lost. Quizás lo mejor será no esperar nada, bueno, ya veré, me resisto a no hacer una lista (estáis leyendo a una maniática de las listas y post-it donde apunta todos los to do del día).

Lo único que tengo claro es que si este año ha sido de subida, este año llegaré a la cima, disfrutaré de las vistas, gritaré y reiré en la bajada, ¿no? Por lógica digo, no por autoconvencimiento...

Que sigamos cayéndonos y aprendiendo a gorrazos (como diría mi amigo Guille), pero que nos levantemos y nos miremos las manos llenas de heridas y cicatrices, que nos sintamos orgullosos y que tiremos pa´lante y le echemos huevos (mi amiga colombiana María se reirá por esta expresión) a la vida. Porque sí, porque somos valientes y eso le pido al nuevo año, ser valiente para afrontar y dejar los miedos atrás y seguir hacia adelante.

¡Ah!, y el número nueve es mi número favorito... ¿Se alinearán los astros para que este sea mi mejor año?

Salud, amor y risas siempre.

B.

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