Ella llegó como cualquier persona ante un lugar desconocido. Sus rostro reflajaba la inocencia de una niña pequeña. Al principio se sentía sola, desamparada; pero ahí estaba yo, el primer apoyo que tuvo desde que llegó. Le enseñé el mundo, las ganas de vivir, pero al oir la inesperada campana dentro mí resurgió un vacío que no pasaría hasta que saliésemos: mis sospechas no eran falsas. Corrían los rumores de chico en chico mirándonos a nosotras. Mantuve la cabeza alta mientras que ella, contraria a mí, la agachaba. Fue un mal trago para las dos que se repitió durante una semana, pero pronto dejó de ser la comidilla del grupo.
Esa fue mi primera impresión al verla: desprotegiada ante los demás, y yo me sentí como un ángel para ella.
Los años fueron pasando y nuestra amistad se forjó. No había ni un solo día que no hablase con ella de sus inquietudes, sus sueños (muy posibles de alcanzar aunque ella los negase), temores...
Como cualquier situación llega un momento en el que te separas de una persona, y eso fue lo que me pasó a mí. Tan solo dos años estuvimos separadas. Al verla de nuevo era una auténtica desconocida para mí: su carácter, su modo de pensar, su alegría. "Ha cambiado a mejor" pensé yo, y era cierto. El primer contacto que tuvimos tras estar separadas fue una mezcla extraña: era como si nos conociésemos aunque sabíamos todo la una de la otra. Más bien fue la vergüenza que otra cosa diría yo.
Ahora la miro con mejores ojos. Estoy muy contenta por su cambio interno más que externo. Se siente ella misma, ya no siente aquel pudor cuando era una niña. Se ha forjado una imagen madura y la vez sencilla con sus propios ideales, metas, sueños (esta vez más cercanos y realizables). No le importa su imagen y el qué dirán de los demás.
Por eso estoy orgullosa de ella.
Aunque ella sienta que estoy ausente; la verdad es que desde que entró, he velado siempre por su seguridad y compañía y aunque no lo crea, soy su ÁNGEL.
Esa fue mi primera impresión al verla: desprotegiada ante los demás, y yo me sentí como un ángel para ella.
Los años fueron pasando y nuestra amistad se forjó. No había ni un solo día que no hablase con ella de sus inquietudes, sus sueños (muy posibles de alcanzar aunque ella los negase), temores...
Como cualquier situación llega un momento en el que te separas de una persona, y eso fue lo que me pasó a mí. Tan solo dos años estuvimos separadas. Al verla de nuevo era una auténtica desconocida para mí: su carácter, su modo de pensar, su alegría. "Ha cambiado a mejor" pensé yo, y era cierto. El primer contacto que tuvimos tras estar separadas fue una mezcla extraña: era como si nos conociésemos aunque sabíamos todo la una de la otra. Más bien fue la vergüenza que otra cosa diría yo.
Ahora la miro con mejores ojos. Estoy muy contenta por su cambio interno más que externo. Se siente ella misma, ya no siente aquel pudor cuando era una niña. Se ha forjado una imagen madura y la vez sencilla con sus propios ideales, metas, sueños (esta vez más cercanos y realizables). No le importa su imagen y el qué dirán de los demás.
Por eso estoy orgullosa de ella.
Aunque ella sienta que estoy ausente; la verdad es que desde que entró, he velado siempre por su seguridad y compañía y aunque no lo crea, soy su ÁNGEL.
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