Encontrarse a sí mismo; esa gran frase que todos, alguna vez en nuestra vida, hemos dicho. Muchos la dicen porque está muy de moda, y otros; lo intentan por todos los medios que están a su alcance.
Hay etapas en las que te sientes perdido, cómo si no pertenecieses a ningún lugar porque ves a otros que ya han recorrido bastante y tú, te quedas atrás y sigues parado intentando elegir. Estás en tierra de nadie.
Hay tantos caminos por los que pasar... ¿Cuál escoger entonces? Mi poca experiencia me ha hecho ver que nos hacen escoger un único camino como si fuese obligatorio para encontrar tu destino. Pero, la vida te hace escoger muchos caminos para que cometas errores, vivas experiencias y veas en cuál estás más a gusto. A unos les gusta que sea recto, a otros con curvas para poder estar más tiempo dando vueltas, empedrado, de tierra, con césped, con barro; de todas las maneras posibles. Es bueno cambiar y probar cuál es el que más te gusta y conviene, para así, ponerte unas zapatillas u otras.
¿Y cómo sabes que ese es tu camino? No sabría deciros muy bien cuando es el momento en el que te das cuenta, pero yo creo que se nota. Tenemos un sexto sentido para eso. Metafóricamente, sería cuando las zapatillas se amoldan al terreno y ya no te hacen rozadura, y de que ya, aunque andes, no te duelen los pies y te sentirás cómodo. Cómodo, esa es la palabra. Sentirse cómodo es esencial en el camino. Encontrarse con personas en las que puedas cogerte de la mano cuando ya no puedas andar más y no saber si abandonar o no, es otro factor clave.
Y por último, hay que tener esperanza. Aunque creas que ese no es el camino correcto porque las cosas no salen como esperabas y todo parece que sale mal: Ten fe y esperanza ya que, al final del camino, encontrarás el paraíso.
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