Translate

martes, 31 de diciembre de 2013

Año 2013: Año de contrastes

El otro día mientras comía en el trabajo, mi jefe me dijo: "Bea, el 2014 va a ser un año genial". Y yo respondí: "¿Y eso cómo lo sabes? ¿Eres ahora Rapel, o qué?". Se rió y simplemente me dijo: "Porque lo sé y punto. Los años que acaban en par son mejores para mí". Yo sonreí y no supe muy bien qué decir. Es cierto que muchas personas miran si el año es par o impar y la mayoría apuesta por los pares. ¿Y yo qué era, de pares o impares? Eso me hizo recordar el 2012 y el 2013 y pensar cuál había sido mejor. Eran incomparables. Cada uno había tenido sus cosas mejores y peores. Me declaraba neutral, como Suiza.
El 2013 pasó como una ráfaga ante mis ojos (y a tiempo real también había pasado rapidísimo) mientras comía del tupper que me había preparado mi madre. Estuve todo el día dándole vueltas, haciendo un balance anticipado. Ahora es el momento de hacerlo y puedo decir sinceramente que aunque haya sido un año impar ha sido un año increíble.

Los 20 han traído en mí un cambio de década, pero sobretodo, madurez. He llevado todas mis emociones al límite, he aprendido, he vivido, he sido y soy feliz. Sin lugar a dudas, he hecho un trabajo interior indescriptible de lo que estoy totalmente orgullosa que hacía bastante falta. Me he conocido a mí misma, sabiendo cuáles son mis virtudes, potenciándolas, y defectos, corrigiéndolos. He conocido mis límites llegando a la conclusión de que soy más fuerte de lo que pensaba.

Ha sido un año increíble, pero raro, de contrastes, como dice el título. La felicidad ha llamado a mi puerta después de tanto tiempo, pero también me he encontrado con la tristeza, el dolor, porque aunque no lo parezca este ha sido un año durísimo. 

He descubierto la independencia, el ser el dueño de tu destino, el sacarte las castañas del fuego como diría mi padre. Esto me lo ha dado mi primera experiencia laboral, donde tienes que hacerte notar, dar lo máximo de ti, hasta casi quedarte sin aliento.

Tanto en el trabajo como en la calle he aprendido a no dejarme pisotear, a hacer oídos sordos a las críticas, porque es la envidia lo que les corroe, pero no me verán caer, porque yo soy más fuerte que todo eso.

He vivido de cerca la muerte de gente que quería. Toda una verdadera lástima. Ver cómo tu corazón se va rompiendo poco a poco al ver a personas que quieres llorar de dolor y tristeza. ¡Qué pena que no puedan ver el año que nos espera aquí en la vida terrenal! Supongo que allí arriba en el firmamento entre estrellas, Él los cuidará. Verán desde arriba cómo aquí no perdemos la esperanza y que siempre nos acordaremos de ellos.

Me he chocado de nuevo con la mentira, la soberbia, el egoísmo, la envidia y las falsas promesas de gente de mi alrededor. Intentando encontrar un por qué, una explicación lógica a todo pero no la encontré quizás porque no entra en mi mente ese tipo de comportamientos. Pero como dice una buena amiga mía, la gente al final acaba volviendo arrepintiéndose de lo que han hecho mal. Yo, espero que sea así.

¡Pero todo no han sido cosas malas! La felicidad llama a tu puerta cuando menos lo esperas como ya he dicho antes, pero siempre después de un gran esfuerzo y esperanza en el futuro. Mis gafas de miope, hacen que vea de otro color las cosas, la vida en general, porque las cosas malas no duran eternamente y sé que lo mejor está por venir.

He vivido más de cerca la amistad. Esa palabra un poco dañada por el paso del tiempo. Por todas esas personas que siguen estando conmigo año tras año, ayudándome, apoyándome, queriendo seguir formando parte de mi vida, por hacerse un hueco en mi corazón a las que estaré siempre agradecida y que a pesar de las dificultades, seguimos estando al pie del cañón. Por todas esas maravillosas personas que he conocido este año y que están siendo proyecto de algo grande. Por todas esas personas que se han separado de mi lado, por unas razones o por otras, ya da igual, aquí libertad... Porque encuentren y disfruten de la palabra felicidad igual o mejor que yo. Que aunque sigamos caminos distintos, una vez estuvieron juntos y lo aprovechamos al máximo, para que quede constancia.

He valorado un poco más a personas de mi entorno que había dejado olvidadas y que ellas seguían luchando por mí sin yo darme cuenta. Me arrepiento de ello y os lo pagaré con creces porque se han convertido en algo muy importante en mi vida.

La fe ha sido el regalo más grande este año. Este año he dado el paso, este año me he confirmado. Este año soy más cristiana con mi fe, mis acciones, mis pecados, mis confesiones, mis oraciones y mi confianza en Ti. Sé que me estás preparando algo grande, yo te recibo y recibo lo que me traigas con mucha fuerza, amor y valor. Gracias por no olvidarte de mí y quererme tal y como soy.

Poco queda más que añadir a este año de idas y venidas, de subidas y bajadas como una montaña rusa. Sólo pido al 2014 algo más de tranquilidad, esperanza, amor y que vaya todo un poquito mejor que el anterior, porque nos lo merecemos, todos.

Creo que me dejo muchas por contar pero he intentado resumir todo lo mejor posible. Iré contando mis nuevas aventuras con nuevas entradas para el 2014 sobre mis viajes, mi familia, mis amigos, mis inquietudes, mis miedos, mis descubrimientos, mi vida, al fin y al cabo.

¡Feliz 2014!


domingo, 29 de diciembre de 2013

Siempre nos quedará París

Puede que el amor se nos agotara aunque yo lo negaba delante tuya una y mil veces. Que esta vez iba a ser diferente, que teníamos que luchar. ¿Luchar por qué? Me decías y por orgullo no te daba la razón porque decías la verdad.

¿Qué nos había pasado? Todas las cosas vividas no parecían haber significado nada para ti. Pero para mí, seguían siendo parte de los pensamientos nada más levantarme, al acostarme, lo que soñaba cada noche retomando cualquiera de nuestras citas. Ahora, me levanto sin un motivo claro, divagando por la calle, sin rumbo fijo, cayendo en la rutina del trabajo, sin poner demasiado entusiasmo a todo lo que hacía. Todo me recordaba a ti, porque hicimos de Madrid nuestro pequeño hogar.

Cada vez que quedábamos impregnábamos nuestros aromas, nuestras risas y nuestros besos por todo Madrid. Habíamos dejado huella y ahora, que no había nada, dolía cada día un poquito más. Ese banco de piedra blanco donde nos sentamos los dos por primera vez frente al lugar donde trabajo, sigue inmaculado, esperando a que otros hagan de las suyas, mientras yo sigo pasando cada día con nostalgia antes de ir a trabajar.

Nuestro restaurante favorito, nuestra calle favorita, nuestro sitio favorito, nuestro parque favorito... Y aunque mis amigas me lo prohíban, yo sigo pasando por el portal de tu casa, esperando, tal vez, que por casualidad, tú bajes a buscarme. Pero no es así.

Mi casa. Escuchar a través del telefonillo tu voz algo distorsionada pero que yo distinguía a la perfección. Cuando te abría la puerta y tu esbozabas una gran sonrisa al verme.

Mi cama, quizás algo pequeña para dos personas pero con sitio suficiente para albergar ese amor que tanto nos profesábamos.

Aparte de nuestra ciudad, queríamos también divulgar nuestro amor por el resto del mundo. París, oh là là!, ¡qué encanto de ciudad! Parecía que sabía que llegábamos para darnos un gran consejo: El amor lo puede todo, pero ese amor hay que utilizarlo bien en beneficio común. Pusimos nuestro amor plasmado en un candado con nuestros nombres en el famoso Pont des Arts donde todos los locos de amor admitían su "enfermedad": estar locos de amor, ese amor que no paraba sino que iba aumentando. Esa llave que tiraste para que el Sena se la tragase...

Recuerdos... La situación va normalizándose y aunque hayamos acabado de la peor forma posible sin poder mirarnos a los ojos, siempre nos quedará París.



viernes, 6 de diciembre de 2013

Remedio natural

Dicen que el tiempo cura las heridas. Y es que tienen toda la razón del mundo. Es el mejor remedio natural para combatir el dolor, el betadine de las heridas no físicas.

Al principio lo verás como una locura, ¿cómo voy a superar yo esto? Todos los días piensas en ello, te acuerdas de aquella persona, aquellas palabras, aquella canción, aquel lugar, aquel momento juntos, aquella fecha... Eres tan masoca que en tu sueños, sigues reviviendo ese momento, queriendo volver al pasado, inventando mil formas de acabar diferentes, siendo espectador pero desde diferentes puntos de vista como en una película, cosas que podrías haberte callado, cosas que podrías haber dicho...

Arreglarte más de lo habitual por si os encontráis de nuevo, ensayando lo que dirías, posando ante el espejo y poniendo tu mejor sonrisa para que vea que eres feliz, incluso más. Pero no cuela, amigo.

Y es que nadie ve que por las noches sigues llorando, haciendo creer a los demás que echas de menos a esa persona. Llorar por pena, por decepción, por dolor y es así cuando chocamos con nuestra humanidad, nuestros anhelos, nuestros deseos; la herida que empieza a abrirse como un volcán en erupción.

Pero de repente, un día, se te pasa esa fecha conjunta, te das cuentas que ya no lo piensas tanto y estás mucho más centrado en tus cosas, que esa canción ahora te evoca un bonito recuerdo, que ya no lo echas de menos. Te das cuenta de que la herida se ha cerrado, que el tiempo ha hecho de las suyas y ha cicatrizado la herida sin saber cómo, por arte de magia. Tocas con cuidado y sientes a través de la yema de tus dedos el relieve de la cicatriz: otra herida de guerra a la que has sobrevivido y que ya no duele.

Un día leí que el primer paso para olvidar es echar de menos. Quizás haya que empezar por ahí, echando de menos...