Hay gente que se conforma con poco, muy poco. Son de esas personas que le gustan los pequeños detalles: un abrazo en el momento adecuado, una mirada, un mensaje inesperado, una visita al salir de clase, unas cañas en un bar... Cosas simples que se valoran el triple.
Y cuando faltan estas cosas, el día a día se hace cuesta arriba. Y aunque suene un poco extraño, las cosas que más llenan son las más insignificantes, en las que no entra el dinero de por medio, las que se dan sin motivo alguno, solamente por ver a la otra persona sonreír o ver esos ojos que brillan, por la simple palpitación de ambos corazones.
El no pedir nada a cambio es un gesto enorme pero muchos se acaban acostumbrando a esto, y puede ser fatal. Que no se quiera nada no quiere decir que no se necesite. El problema empieza cuando tras el paso del tiempo, se pierde esa chispa y no solo hablo de relaciones sentimentales, sino en cualquier relación entre dos personas (familia, amigos, compañeros,...) y ahí todo se empieza a desmoronar. Tiene que ser un toma y da, ahora yo tiro y después tú; así se mantiene el vínculo, que cada vez tiene que hacerse más fuerte para afrontar las dificultades.
Los estudios, el trabajo, la pareja, y otras actividades muchas veces nos alejan de esos vínculos, que en un principio, eran sagrados. Y vamos conformándonos cada día con menos, a que nos den menos porque lo ves como normal y como consecuencia, tú das menos también. Un vínculo no se alimenta así. Pronto vas notando como algo empieza a hacer crack. Al principio, no le das importancia, pero después te das cuenta de que todo se viene encima. Solo quedas tú en la inmensidad. ¿Y qué hacer? Mente en blanco.
Recordad que las relaciones son cosas de dos, que si uno cae el otro también, y lo que mantiene viva esa chispa son esos pequeños detalles, que hacen que la vida sea GRANDE.
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