Todo empezó hace 3 años más o menos. Ella no conocía a nadie. Con el tiempo encontró a gente muy simpática en la que podía confiar. Nunca tuvo amigos en plan de confidencias como hacen las chicas. Pero llegó un momento en el que ÉL llegó, de la manera más inesperada. Empezó a hablar, todo fluía, eran INSEPARABLES. Hablaban de todo lo hablado y por hablar y estuvieron conectados durante ese año al máximo. Ella, enamorada de un chico al que no se atrevía a decirle que le gustaba; él, enamorado de una de las mejores amigas de ella. Cada uno se daba al otro sus propios consejos para triunfar en el amor (que ironía pensaréis) El verano empezó y se alejaron un tiempo. Llegó septiembre y le preguntó si había habido algun avance, él dijo que había salido todo mal y ella no quiso interponerse entre dos amigos. Al comenzar el año vió que lo que sentía por él ya no era amistad, era otra cosa, inexplicable para ella, no queriendo admitir lo que verdaderamente sentía y él dió a entender que lo sabía.
Cuántas veces había estado pensando en él y la vida que llevaría si él sintiese lo mismo que sentía ella: infinitas. Hubo un pequeño haz de luz y realmente él se interesaba por ella, o al menos eso creía ella. Todo se empeoró como en toda relación cuando están por medio las mentiras. Ella, la que fue su mejor amiga (o eso creía ella) le había estado ocultando que mantuvo una relación con su amiga. Era imposible, no podía ser. Así se interesaba tanto por ella cuando ya no tenía a nadie y lo único que se le ocurrió fue decir "Yo tengo una pirámide de amigos y tú todavía no estás en mi cima para tener tanta confianza cómo para contártelo". No lo podía creer, había sido su amiga durante mucho tiempo y todo se cayó. Ella se encerró en sí misma jurando que no volvería a hablar con él; pero la tentación puede con todo, él la pidió perdón y ella estaba feliz, como si no hubiese pasado nada. Ese era uno de sus defectos, perdonar a alguien cuando la habían hecho daño.
El tercer año fue doloroso para los dos. Él había encontrado a una chica e intentaba darle celos a ella. Hubo muchísimas peleas de no hablar durante muchos meses pero siempre la que tenía que dar la cara y pedir perdón era ella. A veces estaba cansada pero una muy buena amiga le dijo que no podía ocultar ni rechazar lo que sentía por el: era cierto, estaba enamorada de él. La comunicación no era la misma y cuando hablaban no sabían de que hablar porque había muchas diferencias entre ellos.
Finalmente ella optó por dejarle hablar aunque se dió cuenta de que se estaba rebajando por algo que no conseguiría y que él no se daba ni la menor cuenta de lo que realmente ella hacía por él. Menos mal que una de sus mejores amigas le había hecho tener las ideas claras.
Ahora ella estaba tranquila, eso era lo que necesitaba: tranquilidad. No podía estar como la montaña rusa, subiendo y bajando porque ella era débil, y necesitaba estabilidad y se dió cuenta de que él no se lo podía dar; a él más bien le gustaba el riesgo y el último momento.
Pero ella tenía la esperanza de que el siguiente le pudiese dar lo que ella quería realmente. Sólo quería una cosa: No quedarse sola.