Todos hemos visto la película
Disney de Aladdín de pequeños, o con nuestros hijos o nietos. En el caso de
que no, os invito a que la veáis.
Pues bien, yo me quedé
maravillada con la película y con todas de la compañía Disney. Eso de frotar
una lámpara y que saliese un genio y te concediera tres deseos era algo mágico.
Muchas veces pensé si eso pasaría igual en la vida real (inocente de mí).
Precisamente, en mi casa tengo una lámpara de uno de tantos viajes de mi madre
por el mundo (no sé si fue hecho a posta no) y que encontré de casualidad en un
estante.
Frotaba la lámpara como hacía el
protagonista y me imaginaba que salía un genio y me concedía tres deseos a los
cuales yo siempre pedía los mismos (muchos juguetes, chucherías y tener mucho
amigos).
Con el tiempo los deseos fueron
cambiando según yo crecía y muchos de esos deseos eran materialistas. Hasta
hace bien poco yo seguí pidiendo deseos a mi genio particular pero más
profundos y quizás un poco más realistas (o quizás no).
Dejé de creer en el genio de la
lámpara mágica ya que muchos deseos no se cumplían y por supuesto, por mi
madurez.
Pero aunque sea una película
Disney tiene una moraleja también para los adultos. Y es que, muchas veces los
sueños se pueden hacer realidad. Yo quiero creer en ello.
En la película se manifiesta a
través de un genio que habita en una lámpara que sólo aparece cuando frotas la
lámpara. Aquí en el mundo real, al destino le corresponde esta parte aunque el
esfuerzo, el empeño y la paciencia juegan también un papel muy importante.
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