Era azul (su color fetiche) y muy atrevido,
con la espalda al aire. Fue a maquillarse con alegría y sintiéndose la mejor de
todas. Se puso su colonia favorita: esa que cada vez que olía le traía buenos
recuerdos de fiestas pasadas. Salió disparada porque iba pillada de tiempo y
viajó por la noche madrileña hasta el punto de encuentro. El ambiente era
ideal: risas, vasos con hielos, alcohol, amistad, tonterías, alguna que otra
calada a un cigarro y sobre todo, unas ganas de bailar tremendas.
Entraron a la discoteca con ganas de comerse
la pista de baile. En círculo, y dejándose llevar por la música cantaban a grito
pelado inventándose parte de las canciones. Ella lo estaba pasando como nunca y
se acercó a la barra a pedir otra copa aunque el alcohol ya empezaba a hacer
efecto.
Con la copa en el aire y sintiendo la música,
se abría paso entre la multitud. Ojos indiscretos la miraban pero a ella le
daba igual. Era una noche dedicada enteramente para ella. La libertad llamaba a
su cuerpo, su mente y su corazón.
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