Todo esto prefiero hacerlo antes de dormir
cuando he terminado de rezar y pensar en el día que ha acabado. Por mi mente
chocan e interactúan millones de recuerdos; unos más tristes y otros más
alegres y divertidos. Pienso en el futuro que me depara y me taladro la cabeza
para saber si he hecho bien con las decisiones que he tomado y tomo en mi vida.
Hay pensamientos que se quedan en la cabeza y que no saldrán nunca de la cabeza
quizás por miedo o pudor o por el simple hecho de guardar algo de mi intimidad.
Algo que es mío y de nadie más.
Los momentos amargos los comparto con mi
almohada. Porque sabe escuchar y es ya casi mi segunda cabeza, mi pensadero, mi
baúl de recuerdos, por no decir que ya lo es.
Aprendes a escucharte, a darte cuenta de tus
debilidades, de tus fallos, de tus limitaciones y excesos pero también de tus
grandes logros e ideas. Hasta que no aprendas a descubrirte como persona no
descubrirás la belleza que esconde la vida. Recuerda que siempre te tendrás a
ti mismo y que muchas veces no necesitas a nadie para descubrirte. Cuando lo
hagas, ya estarás listo para compartir tu experiencia con los demás. Sigue la
filosofía de “yo, mí, me, conmigo” porque si no lo haces tú, nadie lo hará por
ti.
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