Al cabo de un tiempo, la tinaja ajada por los
años se sinceró con el aguador: Estoy
avergonzada porque, por mi culpa, sólo puedes entregar a tu amo la mitad de mi
carga. El cargador de agua la miró compasivo y le pidió un favor. Cuando regresemos a la casa del
señor, quiero que te fijes en las hermosas flores que crecen en el
camino.
Así lo hizo y, en efecto, eran muchas las
flores que crecían junto al sendero. Al llegar a su destino, el cargador le
preguntó: ¿Te has dado cuenta de
que sólo hay flores en el lado del camino por donde tú pasas?. Hace
unos años –prosiguió el aguador- sembré semillas de todas esas preciosas
plantas que has visto con las flores que tú riegas cada día, hago ofrendas a mi
Dios. Si no fueses así como eres no podría venerar a mi Dios con flores tan
bellas como las que recojo gracias a ti.
Precioso, compañera.
ResponderEliminarNo es un post. Es toda una lección de vida. Un lema para grabarlo en el alma y recordarlo siempre, cuando más inútiles nos sintamos.
Un abrazo.